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jueves, 6 de junio de 2013

LA SEXUALIDAD EN EL SIGLO XXI. CONFERENCIA IMPARTIDA EN GUADALAJARA PARA LA FUNDACIÓN SIGLO FUTURO


¿Qué será la sexualidad del siglo XXI? ¿Por qué es diferente la del siglo XXI?
Creemos que poseemos libertad sexual, que somos hombres y mujeres de este siglo, pero la moral victoriana, donde se pretendió que la represión de la sexualidad era necesaria para favorecer el pensamiento y la intelectualidad, siguen anidando en el corazón del hombre y la mujer ventiúnicos.
Freud nos enseña que sensualidad e intelectualidad, no sólo están íntimamente relacionadas, sino que no son una sin la otra. Si se reprime la sexualidad, se reprime el pensamiento.
Incluir un pensamiento científico sobre lo sexual es fundamental para entender el siglo en que vivimos. ¿No será la impotencia genital de algunos gobernantes la que los lleva a bombardear países, a lanzar sus misiles erectos para sustituir su propia falta de erección?
Sexualidad no es genitalidad, es mucho más. De nuestra sexualidad dependen nuestras relaciones con nuestros compañeros, con nuestros mayores  y con nuestros menores, de nuestra sexualidad depende nuestra manera de estar en el mundo. Cuáles las palabras que podemos articular y cuáles no. Cuáles las acciones que podemos realizar y cuáles aquellas en las que padecemos de inhibiciones.
El descubrimiento del psicoanálisis revolucionó el pensamiento sobre lo sexual en el humano. Un habitante del siglo XXI no puede hacer oídos sordos a este nuevo concepto de sexualidad.
Vivimos una sexualidad reprimida, acosada por la moral cristiana, intimidada por el miedo a las enfermedades infecciosas como el SIDA. Confundimos la libertad sexual con la práctica indiscriminada del acto sexual. Confundimos sexualidad con reproducción. Así, el acto sexual queda reducido al encuentro de los órganos genitales. Cuando, desde el psicoanálisis sabemos que todo el cuerpo es erógeno.
Pensar la genitalidad como el encuentro de los órganos genitales, es como pensar sólo el tronco del árbol, pero están las raíces, las ramas, las hojas, las flores, los frutos… están los pechos, las nalgas, la boca, la escucha, la mirada, la voz, no sólo los genitales.
Se puede vivir en el siglo XXI y pensar cómo en siglos anteriores, ser un ciudadano de la Edad Media, de la época de esplendor del Imperio Romano, o de época de las cavernas. Entonces, sexualidad en el siglo XXI, sería una sexualidad que incluya el pensamiento más moderno que hay sobre la sexualidad, que es el psicoanálisis.
¿Qué aporta Freud al concepto de sexualidad?
Vamos a trabajar a lo largo de esta exposición las aportaciones de Freud al conocimiento de la sexualidad humana.
La primera aportación que hace Freud es estudiar las perversiones como variantes de la normalidad, humaniza la perversión, que había quedado desde Aristóteles como una monstruosidad. Descubre que la sexualidad humana es inicialmente polimorfa perversa. El primer goce que conoce el infantil sujeto es el goce de la boca, la cálida corriente de leche materna que excita la mucosa bucal, además de saciar su hambre, le produce un placer, un goce. Decimos por eso que es el pecho materno el que hace la boca.
La boca ya no será más exclusivamente un  órgano del aparato digestivo, que sirve a la nutrición y por tanto al mantenimiento de la vida, sino también una zona erógena, de la que el sujeto va a obtener placer, no sólo con el beso, sino también con la ingesta de alimentos. Todos hemos oído la frase: “comer es uno de los mayores placeres de la vida”.  En esta etapa oral de la libido, el niño explora y reconoce el mundo a través de la boca. Y a veces también lo destruye. No sé si han visto a un niño llorar cuando el elemento de su investigación es una galleta que introduce en su boca, y al romperse esta, solloza de pena por haber destruido el objeto de su deseo. Como buen investigador, analiza todo aquello que le rodea y su manera de hacerlo en esta fase es introducirlo en su boca.
 Viendo el rostro de un niño que acaba de abandonar el pecho materno donde se ha saciado encontraremos grandes similitudes con el de un adulto que acaba de entregarse al goce de un encuentro sexual. Muchas de las obesidades, el tabaquismo, y el alcoholismo, tienen que ver con este goce de la boca. ¿Se dan cuenta, entonces, que la sexualidad va mucho más allá de la genitalidad?
Después llega el control de esfínteres para nuestro pequeño protagonista. Y ahí, lo anal se transforma también en fuente erógena, al igual que lo fue antes, y lo seguirá siendo siempre, la boca. El niño obtiene un placer defecando o reteniendo. Y sus pequeños desechos son un don de amor para sus padres: ¿No me hace caquita el niño? le dice la mamá en su intento educarlo. Esos goces conocidos una vez, son goces que no se abandonan. El humano no abandona jamás aquello que lo hizo gozar.
Muchos estreñimientos y diarreas crónicas de causa desconocida  o también llamados funcionales, el colon irritable, etc., tienen que ver con la no renuncia a este goce de la parte distal de nuestro tubo digestivo, que no cumple ya solo la función de excreción, sino también de dominio. Ya que el niño ahora puede dar o no dar lo que se le pide, y en esa decisión propia se autoafirma como sujeto diferente de los adultos.
Después de estas dos fases del desarrollo sexual: la etapa oral; y la etapa a anal, o también llamada sádico anal, en relación al ejercicio del dominio, llega una etapa que no tiene una concreta correlación anatómica y que se llama etapa fálica.
El niño atribuye a todo lo que le rodea un falo, una “cosita de hacer pipí” como la que tiene él. En el caso de un niño de cinco años llamado Juanito y que Freud sometió al análisis por una fobia, relata que al ir a ver una locomotora de vapor, como éstas tenían en la parte inferior una válvula por la que desagotaban el agua, se agacha para ver esa salida de agua y exclama ¡la locomotora también tiene una cosita de hacer pipí!  En esta etapa, todas las cosas tienen falo, y mamá que es tan grande, debe de tener un falo enorme. El falo es por tanto, el pene que la madre no tiene, una falsa atribución del niño, que desconoce la existencia de los genitales femeninos, de la vagina.
Y luego tenemos la etapa genital, ahí despierta la genitalidad.
Y la mirada y la voz, mirar y ser mirado, goce de la pulsión escópica, y escuchar y ser escuchado, el mayor goce para el humano.
Las primeras fases de la sexualidad son autoeróticas, el niño se chupa su propio dedo, sólo más tarde aparece el objeto exterior, y ese objeto que es inicialmente la madre, después debe ser sustituido por otros objetos. Cuando el padre le advierte al niño: con tu madre no,  el niño tiene que renunciar a la madre para después, más adelante, poder otras mujeres.  Eso es el final del complejo de Edipo para el niño.
Algo que sólo ocurre en el hombre, no ocurre en los animales, es poder amar y desear algo que está más allá de su propio cuerpo y del cuerpo de la madre, a eso lo llamamos sexualidad humana.
Entonces, Freud nos hace perder varios prejuicios: que las perversiones están fuera de lo humano, no es cierto, porque la sexualidad infantil es polimorfa perversa, goza de chupar, de morder, de defecar, de tocar... y también acaba con el mito de que la infancia es asexual, el niño tiene necesidades y pulsiones sexuales.
También acaba con el mito de que con la menopausia en la mujer se acaba la sexualidad, eso es confundir la sexualidad con la reproducción. La mujer, en la menopausia, al no temer al embarazo, puede hacer el amor en libertad, un amor que se hace sólo para gozar, ya no para cumplir los mandatos de la especie. Se goza más, en la menopausia no hay una disminución de la libido como se cree erróneamente, hay un aumento de la libido, que como a veces no se soporta, la moral de la mujer no lo soporta, produce enfermedades.
La sexualidad femenina, sin psicoanálisis, pasa a estar acosada por la enfermedad y por la muerte, cuando es el comienzo de una nueva sexualidad desligada de la reproducción. Le susurran al oído palabras amorosas y su vagina se lubrica como a los diecisiete  años. El deseo no envejece, el alma no se arruga. Lo mejor que se puede hacer por la tercera edad es enseñarles a hacer el amor con arrugas, con flaccidez, porque ahí, cuando uno ama, no hay cuerpo. En realidad, no sé si sólo para la tercera edad, sería bueno enseñarle a hacer el amor a todo el mundo, porque no sé si nuestros jóvenes saben hacer el amor.
 Y además, Freud nos señala que hay una doble moral. La infidelidad femenina está más castigada socialmente que la masculina. Si ella ha tenido muchos amantes, es una casquivana como mínimo. Si él ha tenido o tiene muchas amantes, es un machote.
Pero de esta doble moral padece casi toda la literatura sobre la sexualidad, páginas y páginas para decirle al hombre cómo tiene que hacer para hacer gozar a una mujer, para que ella esté contenta y no se vaya fuera de casa a buscar la satisfacción, pero nadie se ocupa de decirle a la mujer cómo someter sexualmente a un hombre. No que ella lo someta, el goce lo somete. Pero nadie le explica a ella cómo hacer gozar  a un hombre.
A un hombre, cuando una mujer lo estimula analmente, goza, y además así va elaborando su homosexualidad. Y le sale barato, no tiene que pasar por ese lugar tan rechazado por muchos de estar con otro hombre. O cuando se enfada, le dejan que les chupe un poco los pechos, a todos los hombres les gusta eso, todos recuerdan con nostalgia el pecho materno dónde conocieron el goce oral, el goce de la boca. O le separan las piernas y lo chupan como si fuera un sexo femenino. Miren qué fácil: ya puede realizar su fantasía de ser una mujer durante unos minutos.
Pero para hacer todo esto, hay que poder hablar de lo sexual, la sexualidad humana sin palabras, es una sexualidad animal.  Supongo que muchos se habrán escandalizado, pero esto de lo que estamos hablando hoy es necesario que se hable de ello.
Los síntomas de la histeria, tienen que ver con la sexualidad reprimida, muchos de los grandes ataques histéricos, remedan los movimientos de un coito. El neurótico obsesivo que se mete y se saca el calcetín, compulsivamente veinte veces, acto sustitutivo de la masturbación, o que limpia compulsivamente sus zapatos.
Miren, la sexualidad, si la reprimo, hace síntoma. No aumenta la intelectualidad, si reprimo la genitalidad, se buscan satisfacciones sustitutivas, el síntoma  no es otra cosa que una satisfacción sustitutiva.
Y además, desde la racionalidad es imposible entender la sexualidad humana. Es necesario introducir el concepto de lo inconsciente. Sino como entendemos la paradoja de que ella se ponga hostil con él después de haber gozado. La locura moral lo llamamos en psicoanálisis. Ella Goza, y como no lo puede soportar, al día siguiente, o se enfada con él, o se tropieza, se cae y se hace un hematoma en las nalgas, como castigo por haber gozado, o le sale un sarpullido por todo el cuerpo. No se tolera el Goce. Sólo con psicoanálisis se arregla esto.
Entonces, si no quieren esa sexualidad de la que hablábamos al principio, acosada por la moral, por las enfermedades infecciosas, por prejuicios varios, lean a los poetas. Vivimos en las palabras. Si puedo trescientas palabras, tengo esa sexualidad mediocre. El castellano tiene 1.000.000 de palabras. Tenemos esa posibilidad.
Eyaculación precoz, en realidad es eyaculación tardía, se excitó hace una semana con la novia de su mejor amigo y cuando llego a hacer el amor con la novia, está tan excitado que no aguanta dos minutos. Señores, hay que psicoanalizarse. No hay otra manera.
Impotencia: Eligió  a una mujer que hacía la tortilla de patatas como su mamá, se casó con su mamá, la ama con locura, un amor puro, que no puede manchar con el sexo, no puede desearla, no puede ni tocarla ¿Qué hay que hacer? Psicoanalizarse. Si uno quiere que las cosas sean de otra manera, si quiere que las cosas sigan así, adelante.



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